CASTILLO DE PÌTTAMIGLIO

CASTILLO DE PÌTTAMIGLIO

martes, 27 de marzo de 2007

"Cuando en Soria estuvo la Xirgu"

Ojalá que pronto puedas correr por altas montañas libre de tu camerino como una corza de llamas.

García Lorca

No es mi costumbre escribir sobre mí, incluso me desagrada, pero es necesario, o a mí me lo parece, hacer una pequeña introducción para entender este homenaje tardío a la gran actriz catalana Margarita Xirgu, así que, mis lectores disculparán la excepción.
Desde muy jovencita, casi una niña, me sentí fascinada por Federico García Lorca en particular y por el teatro en general. Se debe esta fascinación por el teatro al hecho de que parte de mi adolescencia y juventud la pasé trabajando en un establecimiento ubicado en el Paralelo barcelonés, Perfumería-Droguería Sevillano, donde acudía a comprar todo el artisterío, todos los componentes del mundo de la farándula quienes, inevitablemente, actuaban en los numerosos teatros de esa vía barcelonesa varias veces a lo largo de su vida, en El Molino, Apolo, Talía, Español, Victoria... Allí conocí a muchos artistas, cantantes, cómicos... que compraban en ese establecimiento y que nos regalaban entradas, aprovechadas con avidez de niña, en sesiones de tarde y en días de poca afluencia de público. Me cabía el honor, además, de ir a llevarles en muchas ocasiones los paquetes a los camerinos, a pesar o tal vez por lo contrario, de la prohibición expresa de mi madre. Algún día tendré que contar las anécdotas que recuerdo de aquellos nueve años.
La pasión por García Lorca se la debo a dos compañeros, ya fallecidos, uno en plena juventud, José Baulies, y el otro por su propia edad, Eduardo Serra. Ellos recitaban a Lorca como nunca lo he escuchado después, ponían el justo acento andaluz (los dos eran catalanes), se enervaban cuando la Guardia Civil prendía a Antoñito el Camborio y lo encerraban mientras bebían limonada, se conformaban con el costurero grande de raso pajizo que el amante regalaba a la casada infiel aunque no se enamorara de ella por que tenía marido, se emocionaban cuando con la sombra en la cintura en el verde-que-te-quiero-verde la mujer esperaba muerta la llegada a golpe de uña de caballo del hombre... Y una, casi niña, empezó a amar a Lorca, casi paisano, limítrofes las provincias de Jaén y Granada, y a castigar las obras completas en papel de Biblia, de Aguilar, más de dos mil páginas, regalo de los compañeros, donde Lorca estaba con sus letrillas, sus dibujos, sus conferencias, su Poeta en Nueva York, Romancero Gitano y, maravilla de las maravillas, sus obras de teatro, su Bernarda Alba, Yerma, Doña Rosita, Bodas de Sangre..., y Margarita Xirgu, amiga de Lorca, aparecía por esas páginas convertida en la mujer estéril, la madre de las bodas, la solterona...
A lo largo de los años he leído todo lo que ha caído en mis manos sobre Lorca, su muerte, su vida y, con todo ello, lo que aparecía de Margarita “la nostra Margarida”, como la llamaban en Barcelona. De pronto, hace unos días, tecleé en el ordenador de la Biblioteca Pública de Soria la palabra “Xirgu”, y apareció un único libro, publicado en 1988 por Aguilar y escrito por Antonina Rodrigo. Se trata de una tesis sobre el personaje financiada por la Fundación March, catalanes también, aunque oriundos de Mallorca, cuyas barcas todavía las recuerdan en Torredembarra apareciendo por el horizonte del Mediterráneo, cargadas de productos para intercambiar.
Es una biografía impagable, sin un sólo chismorreo, la vida que debe interesar, es decir, toda menos la privada, la del personaje, los que la rodearon y su final lejos de Cataluña, exiliada como el otro catalán insigne, Pau Casals, con quien habría de coincidir en Méjico. Por esas páginas de “Margarita Xirgu”, aparecen Valle-Inclán, insoportable y tremendo como el trueno en su papel de crítico. Enric Borrás, compañero de la Xirgu, con quien formó compañía. Rivas Cherif, Alberti, Azaña. Otras grandísimas artistas como María Guerrero, Argentinita. En fin, un elenco por el que cualquiera hubiera dado parte de su vida por conocer.
Antonina Rodrigo se recrea en la Barcelona de principios de siglo XX, la que le tocó vivir a Margarita Xirgu (ella había nacido a finales del XIX) y nos deja un retrato de esa sociedad que nos hace desear no vivir en esta, carente de sentido, asfixiados por la televisión y el deporte, atontados por los mensajes publicitarios, acosados por el capital salvaje e inmisericorde que nos paga por un lado y nos saca ese mismo dinero por otro, que nos vende el ocio y nos destruye los valores. Una sociedad igualada por lo bajo, invadida de productos basura.
“Aún no se vislumbraba el peligro”, dice Antonina refiriéndose al fútbol, que el Diablo barra de la faz de la tierra. “Los match a foot-ball no contaban más que con la mera afición de un restringido número de “distinguidos” espectadores. Como divertimento y medio de evasión, el público sigue prefiriendo el teatro, las audiciones filarmónicas y las de los famosos coros de Clavé y las actividades de las entidades culturales y recreativas”. El público a que se refiere la autora, no es, como pueda pensarse, burgueses o intelectuales, no, eran los obreros barceloneses, quienes, al igual que los por entonces obreros de todos los sitios, tanto si pertenecían a asociaciones anarquistas como socialistas o nacionalistas, tanto catalanes como castellanos o de cualquier otro sitio, eran personas llenas de pundonor, de elegancia, de generosidad, ávidos de aprender, de llenar las estanterías con libros adquiridos a escote, de pasar sus poquísimos ocios en educadas tertulias, nada que ver con lo que tenemos ahora. Unos obreros que reclamaban la jornada de nueve horas semanales y descanso dominical, para hacernos idea del poco tiempo con que contaban para el ocio y lo bien que lo aprovechaban.
Como ejemplo de lo que digo, veamos la relación que la autora hace de las sociedades existentes en la Barcelona de la época, de escaso medio millón de habitantes: Centro de Fomento de la Izquierda del Ensanche, El Eco de Cataluña (sociedad coral), Associació de Somatent, Patronato del obrero (Pueblo Nuevo), Teatro Zorrilla (Gracia), Casino Conservador del Distrito Cuarto (antes Familiar Graciense), Sociedad Berenguer, Centro liberal-Conservador del Distrito Cuarto, Centro de Fomento, Casino Artesano, Casino Colón (San Martín), Unión Obrera (Pueblo Nuevo), Sociedad Cervantes, Fomento de la Barriada de Capuchinos (Gracia), La Golondrina, Centro Democrático, La Alianza (Pueblo Nuevo), La Unión Familiar, La Societat Centre Liric-dramátic de Sabadell. Algunos de ellos contaban con su propio boletín: La Sociedad Filarmónica, La Magnolia, Casino Provensalense, Círculo Republicano (Pueblo Nuevo).... Además de los centros de barrios con sus propios teatros.
En estos teatros, en este ambiente, ensayando después de largas jornadas de trabajo, interpretó Margarita Xirgu a sus personajes, aplaudida, homenajeada y respetada por los obreros, los burgueses, los intelectuales, los librepensadores, los anarquistas.
También le cupo el honor a Lorca de recitar ante un público obrero barcelonés, en la década de los treinta, y de la experiencia decía, con lágrimas en los ojos: “Nunca había encontrado un público tan ávido de comprenderme. Nunca había recitado tan a gusto, ni me había entregado a mis oyentes de forma tan absoluta”. Después del acto, uno de los fundadores del Bloc Obrer i Camperol, Jordi Arquer, fue presentado a Federico. El veterano luchador obrerista recordaba el emocionado asombro de Lorca ante la íntima comunión del pueblo obrero con su poesía. ¡“Qué pueblo, Qué pueblo tan admirable!” decía el poeta.
“Desde entonces –dice Antonina Rodrigo- ha llovido mucho y cuando el aumento de la renta per capita, y el decrecimiento de los analfabetos nominales y la intensificación de los medios de comunicación social (en particular la televisión), hacían esperar que el nivel cultural del pueblo iría en aumento, con la desviación del fervor popular hacia toreros, futbolistas y vociferantes de turno, asistimos a un palpable retroceso, en todos los campos, hacia un materialismo primitivo y alarmante”.
Margarita Xirgu conoció un buen día a Federico García Lorca y, desde entonces, formaron un tandem como solo es posible entre autores dramáticos y actores, adornado por la amistad, casi diríamos fraternidad, y el culto a la memoria del poeta por parte de la actriz, hasta el mismo día de su muerte. Ella le sobrevivió muchos años. A él le mataron en Granada los fascistas cuya memoria todavía pretenden –y consiguen en algunas personas- meterla en las entendederas, para que se putrefacten y luego ya no sirvan para entender absolutamente nada.
En 1933 presidían (de honor) el Círculo Artístico, el Ateneo Barcelonés y la Asociación de Teatro Selecto: Apel.les Mestres, Pau Casals, José Clará, Enric Morera, Salvador Alarma, Pedro Bosch Gimpera, Francisco Mathey y Josep Lluis Sert. Dos años después, en el otoño de 1935, Margarita hizo algo más que añadir –aparte de ser catalana, amiga de Lorca y otros de su generación- a su terrible curriculum para los militares de Franco, y que tenía que ver con uno de estos ilustres presidentes de honor del Ateneo Barcelonés. “Lorca –dice Antonina- logró interesar a la Xirgu para que representase la tragedia de Ifigenia, de Eurípides, en las ruinas de Ampurias, frente al mar. A la actriz le ilusionó el proyecto y encargó a Ferrán y Mayoral una traducción de la obra en catalán. Pero, al final, la Xirgu se negó a interpretar Ifigenia en Ampurias por solidaridad con el gran arqueólogo catalán Pedro Bosch Gimpera, rector de la Universidad Autónoma y Consejero de Justicia de la Generalitat, autor de importantes descubrimientos arqueológicos en Ampurias, al seguir Bosch Gimpera detenido en un barco en el puerto de Barcelona por los sucesos revolucionarios de octubre de 1934".
A finales de 1935 se estrenó en Barcelona Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, en el Principal Palace, antiguo Principal, donde Margarita comenzaría sus representaciones siendo muy joven. “En las localidades altas –decía un cronista- a la izquierda, donde se instalaba la claque se agitaban esa noche todos los “calés” del distrito quinto (calles Conde del Asalto, Tapias, Robadors, Ramblas, Paralelo...). En las calles, donde están El Cangrejo Flamenco, El Manicomio, Cádiz y La Taurina, imperaba un silencio sepulcral. Los flamencos se habían ido al teatro. “Zí zeñó, se han ido toos a ver la función de don Federico”.
La actriz catalana, hasta el año 1936, paseó su arte por casi toda España. De ella dijo don Miguel de Unamuno: “Yo no he hecho más que hacer hablar a Séneca en castellano. Séneca no hizo más que explicar la historia de Medea. Pero Margarita Xirgu ha hecho Medea. Ha convertido este personaje, imaginario o real, en un ser vivo que se apodera de nosotros en cuerpo y alma”.
Afortunadamente Margarita se marchó a Méjico unos días antes de que las botas de los militares se impregnaran de sangre y arrebataran a este país sus ganas de vivir y a sus más preclaros intelectuales. Gracias a eso no acabó como García Lorca, asesinada. En su exilio, la Xirgu continuará en el culto a su amigo el poeta. Cuando ella se entera de la muerte de Lorca, dice Antonina Rodrigo: “Ni una sola república americana deja de ponerse de luto. En las puertas de los teatros donde actúa la compañía de la Xirgu se coloca una gran fotografía del poeta granadino. Y se guardan minutos de silencio en las representaciones. Cuando un periodista argentino le pregunta si hará una función de homenaje a García Lorca, contesta: “...yo creo que cada representación de Federico es un homenaje para él. ¿Para qué exagerar la nota sentimental? Nosotros somos como los pobres del camino, pobres de pedir cantando, que es más digno que pedir llorando”.
Después, cuando en Buenos Aires acaba la representación de Doña Rosita, con el público puesto en pie aplaudiendo sin parar, a ella y a él, Margarita dijo: “Si de verdad queréis recordarlo, hablad de su obra a vuestros hijos, habladles de la vida del poeta. Pasaremos nosotros, pasaré yo, que soy bien poca cosa; pero la obra del poeta quedará para vosotros y para vuestros hijos, para la inmortalidad”.
El régimen franquista nunca llegó a saciarse de venganza. Lejos de ser esos caballeros antiguos que después de la batalla eran capaces de, no sólo perdonar, sino hasta considerar el valor del enemigo, ellos, soeces militares de la peor calaña ayudados por gentes de sus colonias del Norte de Africa que violaban y mataban a las mujeres milicianas o civiles, además de destruir una nación, después se ensañaban con los vencidos haciéndoles padecer el paredón, la cárcel, el valle de los caídos (a propósito las minúsculas) y el exilio. Esa venganza la leyó la Xirgu en la prensa de Chile, en 1940: su procesamiento en España por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Se la condenó a la confiscación de todos sus bienes y al extrañamiento a perpetuidad. “Era la respuesta franquista a la inequívoca actitud de la actriz: amar al teatro y a España".
En 1943 se presentó en el Teatro Sodre, de Montevideo, la obra de teatro “Numancia”, de Miguel de Cervantes, en versión de Rafael Alberti. Santiago Ontañón se encargaría de los decorados. Alberti adaptó entonces la obra a las circunstancias y vistió a los romanos de fascistas mussolinianos. “Los valores primordiales de El cerco de Numancia, título original, o Numancia, según la adaptación de Alberti, que conferían perenne actualidad, son su hondo sentido ideológico: el pueblo entero defendiendo su independencia hasta la muerte, y la gran humanidad de sus figuras, algunas de ellas alegóricas: España, encarnada por la Xirgu; el Río Duero, la Guerra, la Enfermedad, el hambre, la Fama... El poeta andaluz cuidó en su versión que la obra conservase el ejemplo cívico en toda su grandiosidad. Para ello se suprimieron algunas escenas y añadió un prólogo –parodia libre del juramento de Lisístrata y Cleónice, las heroínas aristofanescas-, con el propósito de hacer más comprensible la llegada de Escipión en el primer acto”.
Veinte años antes Margarita Xirgu había estado en Soria. Mientras leía el libro al que estoy haciendo referencia durante todo este comentario, me encontré con Inés Tudela, esa gran mujer, infatigable investigadora, como su padre, don José Tudela de la Orden. Le comenté la impresión que me estaba produciendo esta biografía, insisto, sobre la Xirgu artista, y recordó algo, pero no me quiso decir aún nada. Por la noche me telefoneó y me dijo “La Xirgu estuvo en Soria y mi padre publicó algo sobre ella”. Para que no tuviera que dejarme las pestañas en esas páginas microfilmadas, donde pueden aparecer treinta o cuarenta noticias en cada una, con un cuerpo siete de tamaño, me prestó uno de los tomos encuadernados de su archivo particular, donde están recogidos los escritos de su padre. Y aquí está, “La Xirgu en Soria”, publicado en El Avisador Numantino del año 1923. No he podido averiguar qué obra de teatro estrenó Margarita, “la nostra Margarida”, que decían los barceloneses.
Con las palabras de don José quiero acabar, no sin antes agradecer a Antonina Rodrigo su estupendo trabajo, su grandísima labor de investigación y la ausencia de morbo, lo que viene a indicar lo innecesario del mismo cuando las publicaciones se dirigen a la gente educada.
“Los toros y la política son las dos profesiones, pudiéramos decir las dos artes más populares en España; toreros y políticos asumen la máxima popularidad. Van después las bailarinas, cancionistas, luego actores, cantantes... y casi siempre han venido estas admiraciones, estas predilecciones populares divididas en un dualismo absoluto y fatal, en una guerra civil de aficionados por sostener la primacía del respectivo ídolo, Lagartijo o Frascuelo, Joselito o Belmonte, Cánovas o Sagasta, Maura o Canalejas, Gayarre o Massino, Calvo o Vico, La Guerrero o la Pino...
Hoy, llevado el público de este instituto por las antítesis, busca con afán esas parejas de ídolos en los toros, en la política, en el canto o en el teatro, y unas veces no encuentra a quienes emparejar y otras ni siquiera halla un ídolo aislado y solitario.
Entre sus actrices predilectas hay dos o tres con las que trata de formar esas parejas rivales. La Guerrero y la Xirgu, La Guerrero y la Bárcena, la Bárcena y la Xirgu... pero como en estas combinaciones duples toma el público un factor que fue valioso, sin duda, pero hoy gastado, y además trata de emparejar, en otras combinaciones, factores de positivo mérito, pero de distinta especie y naturaleza... el dualismo no surge, la rivalidad ni siquiera se inicia, y queda hoy en España, sola y señora del mundo escénico de las grandes pasiones, sin rival ninguna, Margarita Xirgu.
Estos días hemos tenido la suerte y la honra de tenerla entre nosotros.
Con su alma apasionada y sensitiva ha hecho vibrar nuestras almas, comunicándoles las grandes inquietudes humanas que hombres eminentes concibieron, y hasta hacernos sentir, con su poderoso genio, otras veces, mucho más de lo que autores mediocres o desafortunados intentaron en obras anémicas o borrosas.
Este es el gran misterio de su arte, valorar lo excelso, y transfigurar con su hálito misterioso y divino lo mediocre y vulgar.
¡Dichosa y apostólica misión la del gran actor! Ir, recorriendo el mundo conmoviendo el alma del pueblo –del pueblo, en el sentido amplio y humano, que entendía Maragall- colmando su alma de ilusión, de odio, de ternura, de fiereza, de venganza... de amor, en fin, que toma estas formas, móvil, humano y divino:
“L’Amor che muove il sole e l’altre stelle”.
Y el pueblo agradecido, le rinde a la Xirgu en todas las partes tributo de respeto, de cariño y de admiración. Porque con su maravilloso arte, con su alma poderosa ha sabido elevar nuestras almas –alma del pueblo, corteza humana de la tierra- a regiones ignoradas y sublimes, donde toda acción grande es posible, donde toda suprema delicadeza tiene su existencia, donde todo impulso generoso tiene su realidad.
Idos de Soria satisfecha, Margarita.
Aquí no habréis encontrado los agasajos y el triunfo ruidoso que en otras ciudades: muchas circunstancias contribuyen a ello... Un paseo por los alrededores de nuestra ciudad, por sus cerros míseros y pelados por falta de tierra y de calor de sol os darán la explicación de muchas cosas.
El cierzo de a sierra que hiela los campos, ha enfriado un poco la superficie de las almas; la superficie no más, Margarita.
Habéis visto como rota esa cáscara helada, ha brotado cálido entusiasmo.
Sabed que somos así, un poco fríos, un poco rebeldes a todo dominio, incluso al del arte. Nos cuesta, como a indómitos celtíberos, dejarnos conquistar, pero solo a vos, Margarita, cabe la honra de habernos conquistado, de haber cogido nuestros fríos y rebeldes corazones y de chapuzarlos en el ardiente océano de vuestro arte sublime.
Nada más grande que vos, ha pasado por la escena soriana, es probable que nada más grande pasará...
El tiempo correrá, los años irán pasando y cuando seamos viejos recordaremos estos días diciendo entre sollozos melancólicos: «Cuando en Soria estuvo la Xirgu...»”.

© Isabel Goig, 2002

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