CASTILLO DE PÌTTAMIGLIO

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sábado, 17 de marzo de 2007

Francisco Piria y la Alquimia

investigación: Jorge Floriano






A 110 kilómetros de Montevideo, capital del Uruguay, se levanta la ciudad balnearia de Piriápolis. Creada en 1890 donde no había más que arenales, con el tiempo se convirtió en el principal balneario del país y el preferido de los turistas de la vecina Argentina.

Es la única ciudad en el mundo creada por un particular, alguien que apostaba a lo grande y que la dotó de toda la infraestructura necesaria, incluyendo un puerto, un ferrocarril, hoteles -entre ellos el que fuera en su momento el más importante de Sud América- y una serie de industrias para que la ciudad fuera, como lo deseaba su creador, autosustentable.

El creador de todo esto fue Francisco Piria.

Nacido en Montevideo el 21 de agosto de 1847, hijo de inmigrantes italianos, quedó huérfano de padre a los 5 años. Su madre lo envía a Italia, al pueblo de Diannomarino, en las cercanías de Génova donde es criado por un tío suyo, monje jesuíta.

Regresa al Uruguay cuando tenía 12 años y enseguida comienza a trabajar. Al principio como vendedor callejero para años después intalar su propio negocio: una casa de remates de mercaderías varias. El mismo se encargaba no sólo del remate en sí, sino también de la publicidad y promoción del mismo, iniciando en el país una peculiar forma propagandística que haría escuela.

En 1873, a los 27 años, cambia de rubro, funda su empresa "La Industrial" y se dedica al remate de terrenos. En esa época, el Uruguay recibía miles de inmigrantes europeos -especialmente italianos y españoles- y Piria les dió la oportunidad de tener su terreno propio, el cual vendía en pequeñas cuotas de hasta 100 mensualidades. Piria compraba chacras en los alrededores de la ciudad, las subdividía en solares, creaba calles, plazas, etc. y así se formaba un nuevo barrio. De este modo nacieron decenas de barrios creados por él y por ello fue llamado "el segundo fundador de Montevideo".

Sus remates eran una verdadera fiesta. Piria alquilaba coches de tranvías -a veces hasta 50- y llevaba a la gente gratis a la zona del remate. Una vez allí, antes del remate, ofrecía un verdadero show, con bandas de música, espectáculos, comida y bebida gratis, fuegos artificiales, etc. Algo verdaderamente insólito en la recatada Montevideo de entonces.

Su fortuna fue creciendo hasta que, en 1890, luego de uno de sus viajes a Europa donde había visitado los principales balnearios franceses, decide apostar a la industria turística, algo inexplotado en Uruguay. Viaja al Este del país, compra 2.700 cuadras sobre el mar e inicia su proyecto de ciudad balnearia. Planta 40.000 árboles, planta vides, castaños, tabaco; comienza la explotación de granitos, construye un puerto, un ferrocarril, una rambla, calles, hoteles y todo lo necesario para el funcionamiento del lugar.


Luego vende allí terrenos con el mismo sistema utilizado en Montevideo y se encarga de promocionar el balneario en Argentina. Piriápolis se convierte en un éxito y en el amor de su vida: a los 86 años, en plena lucidez y estado físico, Piria remató personalmente terrenos en aquella zona.
Falleció en 1933, en pleno proyecto de crear un nuevo balneario en Argentina.

Como si sus múltiples actividades no hubieran sido suficientes, Piria tuvo tiempo también para cultivar su espíritu. Una minuciosa investigación realizada por uno de sus descendientes condujo a la posibilidad de que Piria conociera y practicara la antigua ciencia de la Alquimia. En las siguientes páginas veremos cómo su obra física refleja esa faceta desconocida del visionario.

Se supone que este conocimiento le fue trasmitido por su tío, el monje jesuíta, dado que los Jesuítas fueron los herederos del conocimiento que manejaban los Templarios, entre los cuales estaba el de la Alquimia.

No se intenta aquí convencer a nadie, ni hacer un tratado sobre el tema, sino, simplemente, exponer los elementos y dejar a cada cual las conclusiones

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