CASTILLO DE PÌTTAMIGLIO

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martes, 27 de marzo de 2007

Roberto Fontaina:
genio y figura en la historia carvense
por Raúl E. Barbero

Dentro de un conjunto excepcional como fue, sin duda, el de la Troupe Ateniense de "los años locos", Roberto Fontaina tal vez pudiera erigirse en el personaje símbolo: porque fue co-fundador del elenco junto a Víctor Soliño y César L. Gallardo; porque firmó con ellos festivos libretos que supieron divertir a toda una generación; porque sus tangos "cachada" -algunos compartidos con el propio Soliño, y otros con los hermanos Collazo- todavía perduran; porque en el escenario señaló aciertos antológicos, como la dulce y desgarbada niña de los Capuleto de "Romeo y Julieta", y su fabulosa imitación de Maurice Chevalier... y porque tenía una concepción estupenda del espectáculo frívolo, que determinó que al promediar los '20 fuera contratado por empresarios bonaerenses para levantar sus temporadas revisteriles.
Por esos años, fue paladín adelantado del movimiento -lógico, justo- que desembocaría en la creación de la Asociación General de Autores del Uruguay (AGADU) con el objetivo de defender los legítimos derechos de quienes, en base a sus obras, construyeron la rica historia de la autoría compatriota.
El "curriculum" prometía el surgimiento de un personaje importante de nuestra radiotelefonía, desde el momento mismo de su ingreso al "Diario Oral". Con sus charlas desopilantes en ese espacio, y la posterior actuación en el "Suplemento Musical" como intérprete de alocadas parodias de los canzonetistas de la época, "Cachetazo" se asoció con una subida cuota al éxito carvense.
1936: Roberto Fontaina con Luis Alfredo Sciutto transmitiendo desde las Olimpíadas de Berlín.Participó activamente de la orientación de la emisora, hasta que sobre los últimos años de la década del 30 se apartó transitoriamente de su gestión radial para asumir una función diplomática de jerarquía, destacándose por algunos años como Encargado de Negocios de nuestra Embajada en los Estados Unidos.
Eran tiempos de zozobra para las naciones democráticas, amenazadas por las hordas del Eje en todos los continentes. Roberto representó al Uruguay con talento, tacto y responsabilidad; y finalizada su misión retornó a nuestro país y retomó su papel en Carve. Con la experiencia recogida en el Norte puso su impronta personal en el mejoramiento de diversos aspectos de la programación; mantuvo contactos con personalidades del ambiente artístico norteamericano y propició su presentación en la emisora; y alternó en círculos sociales de categoría imponiendo su natural distinción.
El destino dictaminó que fuera el primero de los cuatro mosqueteros en desaparecer. A los 60 y pocos años, cuando todavía cabía esperar mucho de su clara inteligencia y su prestigio en el "show-business", Roberto abandonó la familia carvense, en la que dejó una estela de amistad y simpatía que jamás habrá de diluírse.

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