La última obra de Mercedes Vigil
"El alquimista de la Rambla Wilson"
En tono tan biográfico como ficcional, la segunda novela de Mercedes Vigil explora el mundo entre mágico y regular de un hombre peculiar. Poco sabemos de Humberto Pittamiglio, arquitecto e ingeniero, creador del extravagante castillo que lleva su nombre, situado en la rambla de Punta Carretas. Al mismo tiempo aparece el hombre político, el entusiasta lector, el pensador ermitaño, el ser cosmopolita, el alquimista que navegó entre el arte y la química.
Por L. B.
Luego del gran éxito de su novela "Una mujer inconveniente" (Fin de Siglo, 2000), Mercedes Vigil vuelve a navegar entre la ficción y la realidad. En torno a la figura del alquimista, arquitecto, ingeniero, político Humberto Pittamiglio, elabora una historia donde se mezclan la política, las prácticas esótericas y la religión.
A través de fotografías, ilustraciones y crónicas históricas, Vigil trata de desentrañar el enigma de la vida de este hombre, hijo de un zapatero italiano, Juan Pittamiglio y una madre devota, Julia Bonifacino, que vinieron a hacer "l' América".
Vigil elude la narración lineal y no se excede demasiado del límite entre realidad y ficción. Más bien entabla con el lector una cierto diálogo confidencial. En este marco, reinan las hipótesis antes que verdades rotundas.
En su búsqueda, recrea charlas entre Pittamiglio y personas de distintos ámbitos para aclarar de algún modo la penumbra en torno a esa personalidad.
Evocar a un hombre tan inusual como comprometido con su tiempo, hace inevitables las referencias históricas. Algunas aparecen inconexas al devenir vital del hombre, como el atentado a Francisco Fernando de Habsburgo, archiduque de Austria, y su esposa Sofía, condesa de Chotek y duquesa de Hohenberg. Otras fundamentan la exploración de datos que hace la escritora: "Humberto Pittamiglio llegó a París y seguramente recorrió en las madrugadas los interminables bulevares iluminados, escuchó sin duda los compases del cancán... En sus caminatas, Pittamiglio debe haber llegado hasta la catedral de Notre Dame, en París, rememorando las constantes asambleas que los alquimistas realizaban en su sagrado interior en el día de Saturno".
Con escritura aséptica, describe las palabras que el Pittamiglio político pronunció en honor a José Martí un 8 de diciembre de 1916. Como edil, fue responsable de que la calle Colón de Pocitos cambiara de nombre, adoptando el del libertador cubano.
POR AMOR A LA MADRE
Vigil no se centra en la biografía fría y concisa, y abre el campo a la creación. "Su mente se alejó de pronto; pensaba en la suave voz de su madre leyendo poemas en torno a la mesa familiar. Recordó cuán cerca de Dios se sentía cuando escuchaba su canto melodioso, mezcla de italiano y de español, que jamás abandonó. Julia había sido una mujer fuerte, con esa fortaleza que acompaña a las que, como ella, eran inmigrantes que supieron recorrer miles de kilómetros para llegar a nuevas tierras y fundar un hogar para la familia".
Claro que esa construcción literaria tiene su asidero objetivo. En el mismo castillo de la rambla, que fue erigido por los años veinte, aparece grabado el nombre "Julia".
"Para Pittamiglio, su madre era el centro del Universo, ella era la que contenía toda la sabiduría y en ella residían todos los sentimientos. Imitando a las catedrales góticas, el castillo, bajo la advocación de la Virgen María, es un templo dedicado a la 'Madre', al igual que las llamadas 'notredames' en Francia y 'matrices' en Italia", explica la escritora.
AMISTADES DE UN EXCENTRICO
En otro momento, Mercedes Vigil imagina el dolor que Pittamiglio sintió ante el suicidio de su amigo, el presidente Baltasar Brum: "Habían entablado amistad cuando Brum vivía en la casona de 8 de Octubre con un puñado de estudiantes del interior. Brum había impulsado a Pittamiglio a integrar la Junta Económica-Administrativa y luego a hacerse cargo del Ministerio de Obras Públicas".
Su gran maestro en el arte de la alquimia, en la transformación de los metales en oro, será Francisco Piria. En el castillo de éste, ubicado en la actual Piriápolis, Pittamiglio sostendrá profundas conversaciones con el benedictino Fray Jesús. Allí comenzará su admiración por el santo alquimista, Tomás de Aquino. "Masón y recostado al ateísmo se mantuvo Piria; rosacruz, templario y reconocido católico fue Pittamiglio. Los dos incursionaron en el campo de la alquimia, buscando por esa vía transformar el alma humana, mejorándola", evoca Vigil.
Diferente fue Pittamiglio hasta en su opción sexual. Tuvo amores con el poeta André Giot de Badet, que fue esposo de Josephine Baker, y con él recorrió su adorada París. Al mismo tiempo trabó amistad con Eduardo VIII, príncipe de Gales, con quien fuera Pío XII y con otras personalidades del mundo.
Entre el análisis del significado espiritual de la función de cada ladrillo y cada objeto dispuesto por el alquimista en su castillo, hasta una posible relación entre este arte y el Santo Grial, Vigil investiga al hombre. Su muerte, en setiembre de 1966, no ha develado todas las incógnitas. Mientras tanto, su castillo sigue en pie, marcando la constancia del enigma.
"El alquimista de la Rambla Wilson"
En tono tan biográfico como ficcional, la segunda novela de Mercedes Vigil explora el mundo entre mágico y regular de un hombre peculiar. Poco sabemos de Humberto Pittamiglio, arquitecto e ingeniero, creador del extravagante castillo que lleva su nombre, situado en la rambla de Punta Carretas. Al mismo tiempo aparece el hombre político, el entusiasta lector, el pensador ermitaño, el ser cosmopolita, el alquimista que navegó entre el arte y la química.
Por L. B.
Luego del gran éxito de su novela "Una mujer inconveniente" (Fin de Siglo, 2000), Mercedes Vigil vuelve a navegar entre la ficción y la realidad. En torno a la figura del alquimista, arquitecto, ingeniero, político Humberto Pittamiglio, elabora una historia donde se mezclan la política, las prácticas esótericas y la religión.
A través de fotografías, ilustraciones y crónicas históricas, Vigil trata de desentrañar el enigma de la vida de este hombre, hijo de un zapatero italiano, Juan Pittamiglio y una madre devota, Julia Bonifacino, que vinieron a hacer "l' América".
Vigil elude la narración lineal y no se excede demasiado del límite entre realidad y ficción. Más bien entabla con el lector una cierto diálogo confidencial. En este marco, reinan las hipótesis antes que verdades rotundas.
En su búsqueda, recrea charlas entre Pittamiglio y personas de distintos ámbitos para aclarar de algún modo la penumbra en torno a esa personalidad.
Evocar a un hombre tan inusual como comprometido con su tiempo, hace inevitables las referencias históricas. Algunas aparecen inconexas al devenir vital del hombre, como el atentado a Francisco Fernando de Habsburgo, archiduque de Austria, y su esposa Sofía, condesa de Chotek y duquesa de Hohenberg. Otras fundamentan la exploración de datos que hace la escritora: "Humberto Pittamiglio llegó a París y seguramente recorrió en las madrugadas los interminables bulevares iluminados, escuchó sin duda los compases del cancán... En sus caminatas, Pittamiglio debe haber llegado hasta la catedral de Notre Dame, en París, rememorando las constantes asambleas que los alquimistas realizaban en su sagrado interior en el día de Saturno".
Con escritura aséptica, describe las palabras que el Pittamiglio político pronunció en honor a José Martí un 8 de diciembre de 1916. Como edil, fue responsable de que la calle Colón de Pocitos cambiara de nombre, adoptando el del libertador cubano.
POR AMOR A LA MADRE
Vigil no se centra en la biografía fría y concisa, y abre el campo a la creación. "Su mente se alejó de pronto; pensaba en la suave voz de su madre leyendo poemas en torno a la mesa familiar. Recordó cuán cerca de Dios se sentía cuando escuchaba su canto melodioso, mezcla de italiano y de español, que jamás abandonó. Julia había sido una mujer fuerte, con esa fortaleza que acompaña a las que, como ella, eran inmigrantes que supieron recorrer miles de kilómetros para llegar a nuevas tierras y fundar un hogar para la familia".
Claro que esa construcción literaria tiene su asidero objetivo. En el mismo castillo de la rambla, que fue erigido por los años veinte, aparece grabado el nombre "Julia".
"Para Pittamiglio, su madre era el centro del Universo, ella era la que contenía toda la sabiduría y en ella residían todos los sentimientos. Imitando a las catedrales góticas, el castillo, bajo la advocación de la Virgen María, es un templo dedicado a la 'Madre', al igual que las llamadas 'notredames' en Francia y 'matrices' en Italia", explica la escritora.
AMISTADES DE UN EXCENTRICO
En otro momento, Mercedes Vigil imagina el dolor que Pittamiglio sintió ante el suicidio de su amigo, el presidente Baltasar Brum: "Habían entablado amistad cuando Brum vivía en la casona de 8 de Octubre con un puñado de estudiantes del interior. Brum había impulsado a Pittamiglio a integrar la Junta Económica-Administrativa y luego a hacerse cargo del Ministerio de Obras Públicas".
Su gran maestro en el arte de la alquimia, en la transformación de los metales en oro, será Francisco Piria. En el castillo de éste, ubicado en la actual Piriápolis, Pittamiglio sostendrá profundas conversaciones con el benedictino Fray Jesús. Allí comenzará su admiración por el santo alquimista, Tomás de Aquino. "Masón y recostado al ateísmo se mantuvo Piria; rosacruz, templario y reconocido católico fue Pittamiglio. Los dos incursionaron en el campo de la alquimia, buscando por esa vía transformar el alma humana, mejorándola", evoca Vigil.
Diferente fue Pittamiglio hasta en su opción sexual. Tuvo amores con el poeta André Giot de Badet, que fue esposo de Josephine Baker, y con él recorrió su adorada París. Al mismo tiempo trabó amistad con Eduardo VIII, príncipe de Gales, con quien fuera Pío XII y con otras personalidades del mundo.
Entre el análisis del significado espiritual de la función de cada ladrillo y cada objeto dispuesto por el alquimista en su castillo, hasta una posible relación entre este arte y el Santo Grial, Vigil investiga al hombre. Su muerte, en setiembre de 1966, no ha develado todas las incógnitas. Mientras tanto, su castillo sigue en pie, marcando la constancia del enigma.
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